viernes, 13 de abril de 2012

El Secreto de los sueños: Boreack (1)



Mapa Boreack



Capitulo 1:
 ¿Sueños o realidad?

Era de noche y me encontraba perdido por un bosque.
Cuando de repente algo se movió entre la maleza. Me había encontrado. Era una gran  Dogo de pelaje gris oscuro, con mirada furiosa y unas enormes garras bañadas en sangre. La de los pobres hombres que había atravesado por el camino. Pero ahora era mi turno para morir. Estaba agotado tras correr durante toda la noche por aquel terrible bosque, y solo Denia un endeble cuchillo para protegerme. Fue entonces cuando el monstruoso animal se tenso, listo para saltar sobre mí. Y cuando lo hizo…

¡Ring, ring! ¡Ring, ring! Clamo el despertador.
Todo parecía haber sido un sueño. Me encontraba tendido en mi cama, empapado en sudor, seguramente por culpa de la pesadilla. Cuando me incorpore vi a mi hermana lista para marcharse al instituto, y cuando miré la hora me derrumbé. Eran las ocho de la madrugada. Me había dormido y llegaba tarde a clase. Me vestí y baje rápidamente a desayunar, mientras mi hermana me miraba con ojos sombríos. Acabé y marche corriendo hacia el instituto.

Llegué por los pelos. Por suerte para mí la profesora no había venido, por lo tuvimos toda la hora para hacer lo que quisiéramos. Yo me puse a pensar en la pesadilla que había tenido esta mañana. Si los sueños eran nuestros pensamientos, ¿Por qué no podíamos soñar lo que quisiéramos o despertarnos cuando nos diera la gana?
Por fin al cabo de seis horas metidos en ese antro, pudimos salir para hacer lo de siempre. Comer y hacer los deberes que nos mandaban en el instituto. Era una rutina aburrida, pero no había otra cosa que hacer, salvo jugar o ver la televisión cuando teníamos algo de tiempo libre.
El día transcurrió como todos los demás, y ya entrada la noche me acosté en la cama para dormir un poco y descansar para el día siguiente. Aunque cuando me dormí lo que me esperaba no era precisamente tranquilidad y descanso.

Justo tras dormirme volví a la misma pesadilla de la noche anterior, donde me había quedado. El dogo ya había saltado y estaba volando en mi dirección. Pero cuando pensaba que todo había acabado… ¡Bang! Un disparo.
Un señor que nunca había visto en mi vida, aunque lo conocería mejor más adelante, se había colocado en un lateral del dogo y plantándole cara, le había disparado al monstruo derribándolo. Tenía en sus manos una especie de mezcla entre fusil y ballesta. Era un armazón de fusil con una serie de poleas instaladas para poder disparar flechas, las cuales parecían ser explosivas, por el efecto que habían tenido sobre el Dogo. Era un arma mortal para la mayoría de seres vivos, pero no para el monstruo, que tras recibir un segundo flechazo le levantó torpemente enseñando los colmillos. Aunque cuando el hombre se dispuso a cargar la tercera flecha el animal se escabulló rápidamente entre la maleza del bosque.

Aquel hombre se llamaba Karmack, y tenía unos 35 años, sin embargo, aparentaba más por culpa de su curtida piel, signo de haber luchado muchas veces. Vestía una cazadora de cuero y unos pantalones hechos especialmente para él, pues llevaba unas ranuras donde meter las flechas de su arma. Él me explicó que éstas y el arma las había fabricado  en el taller que tenía debajo de su casa, a la que más tarde me llevo.
Era impresionante. Estaba situada en tronco de un ancho árbol milenario, y tenía tres plantas de altura. En esa casa vivía solamente él y, a partir de ahora, yo. Cuando entramos me pareció aun más grande. Había unas diez habitaciones situadas en la segunda planta, tres rudimentarios aseos y en la primera planta una gran sala de estar con estanterías repletas de libros, sillas para sentarse, y en el centro una gran  mesa de reuniones con espacio para quince personas. La casa también constaba de una sala de entrenamientos en la tercera planta, donde según Karmack me enseñaría a manejar la espada más adelante. Tras ver gran parte de la casa, y como ya era de noche, cada uno nos fuimos a una habitación de la segunda planta para acostarnos.

De nuevo me desperté en mi casa, sudando bastante. Hice lo de todas las mañanas y marche a clase. Mientras esperaba que llegase el recreo, el único tiempo libre que teníamos entre clases, me puse a pensar el lo que había soñado. En verdad esos sueños parecían más que reales, porque continuaban de un día para otro, e intentaría averiguar algo esa noche. Karmack parecía un buen hombre, y además me había salvado la vida hacía unos sueños, pero me daba un poco  de pena que viviera él solo en esa enorme casa, que se me antojaba un algo solitaria.

Cuando desperté a la noche siguiente volvía a estar en aquel mundo, en una cama de la casa de Karmack.
Fue él quien llego a buscarme para desayunar juntos, donde resultó que conocí a otra inquilina de la casa que vivía en una habitación contigua. Su nombre: Yarakal. Ella era guapa, de largos cabellos rubios aunque recogidos, alta, delgada, pero fuerte. Cuando la vi se me pareció a un elfo de estos que salen en los libros de fantasía. Era una de las chicas más preciosas que había visto en mi vida, y cuando Karmack nos presentó no supe que decir.
Yarakal era huérfana. Sus padres habían muerto en las garras de aquel maldito dogo, el cual la había perseguido hasta dar con Karmack, quien salvo a la chica como lo había hecho conmigo.
Estuvimos todo el día en la casa, ya que me faltaba por ver algunas estancias de la misma, como el taller del sótano donde había fabricado el arma especial y las flechas que llevaba, o una estancia situada en la 3ª planta donde había algunos maniquís para practicar con dicha arma y con las espadas que más tarde me mostro. El día paso volando, mientras me maravillaba viendo las distintas salas de la enorme casa, hasta que llego la hora de la cena.
En principio me iba a sentar al lado de Karmack, pero cuando me disponía a sentarme se me adelantó Yarakal, por lo que tuve que sentarme a su lado. Cenamos una especie de conejo a la parrilla que habíamos cazado antes, aunque tenía un tamaño algo mayor al que yo recordaba en los conejos de mi mundo, pero antes de todo, tomamos una sopa caliente, ya que estábamos en invierno. Durante la cena fui aprendiendo más cosas sobre ese mundo que no era el mío. Según Karmack, la mitad de tierra que él conocía era bosque, y la otra mitad era un basto desierto. Era aquí donde habitaba el Dogo, en la zona baja occidental del desierto. Ese monstruo solía adentrarse en el bosque para cazar algún animal, aunque en ocasiones especiales comía carne humana. La de la gente que se adentraba inconscientemente en la zona noreste del mismo. Tras acabar la cena Karmack me dijo que me enseñaría como usar la espada en la sala del tercer piso, y cuando ya nos habíamos levantado y nos disponíamos a volver cada uno a su cuarto, Yarakal se me acerco y me dijo:
- Buenas noches chico- Ya que aun no les había dicho mi nombre todavía- Nos vemos mañana- Acabó mientras me daba un beso en la mejilla, lo cual hizo que me quedase clavado en el suelo, inmóvil, y con la cara un poco sonrojada por la vergüenza, ya que Yarakal parecía un poco mayor que yo.
- ¿Qué te pasa chaval?- Me dijo Karmack cuando Yarakal salió de la estancia, haciendo que volviera en mí y me llevara una mano a la mejilla- Estas rojo.
Salí de allí atropelladamente y me dirigí a mi cuarto. Me acosté en la cama, y cuando me disponía a dormir me acordé de una cosa que debía hacer. Cogí un trozo de papel de la mesita de noche, que me había dejado Karmack por si lo necesitaba y escribí en él unos datos que si estaba en lo correcto, me ayudarían a determinar la realidad de esos sueños. Si eran reales o no. Y si volvía otro día tendría que preguntarle a Karmack una cosa u otra dependiendo del resultado de la prueba. Acabé durmiéndome justo cuando finalicé de escribir la nota, que guarde delicadamente en mi puño derecho.

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