viernes, 13 de abril de 2012

Crónicas de una Victima 4


Caso 4: El Hombre de Negocios


La calma siempre precede a la tormenta.
Pero ese día la calma ya había pasado, y lo único que podía hacer era mirar la tormenta que se desataba tras la ventana. Aunque no lo pareciera, ya estábamos en verano. Habían sido pasados unos pocos meses desde que había empezado a ayudar a la policía en sus casos. No so-lían ser muy complicados, pero por lo general los resolvía yo para ser más rápidos. A esas alturas yo ya era conocido en las dos ciudades por ser un adolescente que era usado por la policía como detective, y que era bastante famoso en la escuela, aunque solo me solía acercar a hablar con Diana, quien me había ayudado en el 1º caso y a Raf, en cuya casa me había alojado gratis. Aunque ese día tocó cambiar un poco la rutina.

Me sonó el busca. Me lo había dado la policía para cuando necesitaban mi ayuda, aunque este no lo solían usar a menudo, pues me llamaban por teléfono para informarme de los datos de los casos. Lo cogí y vi lo que ponía: Cousriver.
Otro caso para resolver. Me puse la cazadora y me encaminé a la comisaría de Newland para que me llevasen a la otra ciudad. No creí que tardaría mucho, por lo que simplemente dejé una nota avisando de que llegaría un poco tarde. Los casos para los que me llamaban solían ser en una de las dos ciudades, pero cuando tocaba en Cousriver me llevaba el inspector Taylor, el cual estuvo encargado de mi tercer caso, y me había salvado en el primero. Cuando llegué me contaron un poco de lo sucedido. En este caso trabajaban conjuntamente ambas comisarías. Era un asesinato en la oficina donde se había encontrado el cuerpo del fallecido Michael Douglas, un rico hambre de negocios, no había ningún arma con la que se pudiese haber matado a la victima. A  éste le habían encontrado decapitado en la silla del despacho de mi oficina, con la cabeza tirada detrás de la misma. A parte, habían encontrado manchas de sangre en la cristalera tras el muerto, y una de las ventanas abierta. Justo la que estaba a la altura del decapitado. Tras contármelo, Taylor me montó en su coche y me llevó al lugar del crimen.
- Bienvenido Richard- Me saludó el inspector de Cousriver, Claiton, que estaba al cargo del caso. Él había estado a cargo del suicidio de mi madre adoptiva, que había acabado siendo un asesinato- Tenía ganas de volver a verte. Eres bastante famoso y se dice que puedes resolver cualquier caso.
-Por desgracia he tenido bastante práctica por culpa de asesinos desalmados. Todavía no he dejado a ningún asesino en la calle- Contesté a su cumplido.
Nadie se me había escapado todavía.
Tras los saludos y las presentaciones con el resto de policías que aun no me conocían, pude entrar en el escenario del crimen, donde únicamente habían sustraído el cadáver. Las paredes seguían manchadas de sangre. Comencé a revisar la oficina  desde el escritorio del hombre de negocios. Tenía sobre ella unas hojas para el trámite de una pequeña empresa. Estaba a punto de comprar un Café situado en frente de la oficina, el cual querían tirar para construir una vivienda. Esto podía suponer un móvil para el dueño del Café, o para algún trabajador del mismo. Se lo comente a Claiton y nos fuimos a tomar algo a dicho local, con el inspector Taylor.
Era un establecimiento no muy grande, en el cual me llamo la atención un piano que se estaba tocando en ese momento, aunque me sonó un poco desafinado.
-Perdone. Nos gustaría hacerles unas preguntas- Le insinuó el inspector al dueño del bar, el cual al vernos se había acercado para comprobar que pasaba.
- ¿Qué pinta este mocoso aquí?- Preguntó tras llevarnos a un despacho situado tras el Café.
- Me llamo Michael Sleuthhond- Me presenté- Desde hace algún tiempo soy un miembro especial de la policía, les ayudo a resolver los casos de asesinato. Estamos aquí por la muerte de Douglas, que quería comprar este Café.
- ¿Acaso me estáis acusando de algo?
- Simplemente tiene que contestarnos a unas preguntas- Le cortó Claiton- ¿Dónde estuvo ayer entre las  21:00 y las 22:00?
-¡Hum! Lo que me faltaba. Estuve todo el día atendiendo el local hasta la hora de cerrar. Por cierto,- recalco el dueño- hacia las 21:45 escuché como se rompía algún cristal.
Estuvimos hablando hasta que dio la hora de cerrar, aunque no sacamos nada en claro.
- Gracias por todo. Si recuerda algo más háganoslo saber.- Se despidió Taylor.
Ya era de noche, por lo que me llevaron a un hotel cercano, y me dijeron que me recogerían al día siguiente por la madrugada.
Cuando me eché en la cama mi cerebro comenzó a dar vueltas. Lo único que podía haber sacado en claro era el móvil del asesino, el cual era el cierre del Café, por lo que los principales sospechosos eran sus empleados. Además, ese día no había sido nada provechoso. Tendría que ponerme a buscar alguna prueba que incriminase al culpable, y el arma homicida. A Douglas le habían decapitado, por lo que había dos opciones: La primera era que el asesino tuviera mucha fuerza física, y la segunda que éste hubiera utilizado algún truco. Yo optaba por la segunda, puesto que ya estaba acostumbrado a dar con estos trucos, que podían hacer un caso casi irresoluble.

A la mañana siguiente vinieron a buscarme los inspectores de ambas ciudades, y nos fuimos directamente a la escena del crimen.
Esta vez comencé a revisar el suelo, cosa que había vagamente hecho la vez anterior, y hubo algo que me llamo la atención: En el suelo había unas gotas de sangre que no recordaba haber visto ayer. Lo comprobé mirando al techo. Vi un leve brillo en la zona que se encontraba encima de donde había estado el cadáver. Una enigmática sonrisa asomó en mi cara mientras mi mente ideaba la manera de conseguir hacer testificar al culpable. Sin decirles nada a los inspectores, les dije que tenía que volver a hablar con el dueño del Café, y nos dirigimos allí. Cuando llegamos me acerque al piano para contrastar mi hipótesis. Le habían quitado una cuerda, por lo que había una nota que no se podía tocar, razón por la cual el pianista me había sonado desafinado la última vez. Ya sabía el truco usado por el asesino y quien era éste, pero antes tenía que comprobar unas cosas.
- Hola de nuevo señor, tengo que hacerle una rápida pregunta. ¿Hubo algún empleado que abandonase el local entre las 21:00 y las 22:00?- Le pregunté al dueño.
-No, pero el pianista dijo que tenía que hacer una llamada y subió a la azotea, aunque no salió del edificio.
- Muchas gracias.
Las cosas comenzaban a aclararse. Subí a la azotea y busqué algo con lo que poder acusar al culpable… Y lo encontré. Bajo una fina capa de basura había un brillante objeto que se le debió haber caído al asesino. Además, estaba al lado de la barandilla, a la altura de la oficina de Douglas. Llamé a los inspectores y comencé a decirles el truco que había usado el asesino para decapitar a Michael desde la distancia.
-El culpable ha planeado todo muy bien. Primero quitó la cuerda del piano y la pegó con un pegamento especial que se va con el agua a una soga de cuerda. Después sujetó la cuerda de piano a unos pequeños ganchos situados en la parte inferior de la pared donde está la puerta de la oficina, y en otros situados en la parte superior de la pared acristalada. Por último, paso la cuerda por la ventana y la arrojo hacia la azotea del edificio de en frente, o sea, este Café, atán-dola a la barandilla y preparando el truco para el día del asesinato.- Empecé diciendo. Los presentes se habían quedado boquiabiertos y escuchaban todo lo que decía sin mediar palabra.- El día del asesinato, solo tuvo que subir a la azotea del local, atar una pesada piedra a la soga y lanzar esta al vacío para que hiciera el resto. Por la fuerza de la caída, la piedra hizo saltar la cuerda de piano de los ganchos inferiores, haciendo que la cuerda se precipitase velozmente a los ganchos superiores, mejor ajustados, cercenando cualquier cosa que hubiera por el camino, como la cabe-za de Douglas. Además, esta piedra rompió el cristal de una botella que había en el suelo, que fue lo que usted oyó, propietario, y con la tromba de agua que cayó posteriormente la soga se despego de la cuerda de piano cayendo pesadamente. Lo único que tuvo que hacer el asesino fue recoger las cosas tras salir del trabajo y tirarlas en el contenedor de al lado, donde lo encontré todo. O sea, usted es el asesino.- Finalicé señalando al pianista.
- No tienes ninguna prueba de ello.- Afirmó orgulloso.
- Si las tengo.- Dije al tiempo que sacaba de mi bolsillo el brillante objeto que había encontrado en la azotea, al tiempo que el pianista se derrumbaba. Era un afinado de piano con su nombre grabado en el metal. Fue entonces cuando rompió a llorar, y confesó entre sollozos.
- Yo no quería… pero iba a cerrar el Café y dejar a este pobre hombre en la calle, sin poder dar de comer a sus hijos.- Se defendió.
- Nunca hay justificación para cometer un asesinato.
Estas fueron mis últimas palabras. Arrestaron al culpable, encontraron el cable de piano manchado de sangre en el techo y la piedra con la soga en el contenedor de la basura, y probaron el método del asesino en una sandía.

Tras todo acabe con otro asesino en mi lista de arrestados, aunque no sabía que me estaba ganando la enemistad de los criminales que metía en la cárcel y la de algunas personas con malas influencias.
Volví a Newland en el coche de Taylor, le conté todo lo sucedido a Raf y Diana, y volví a la rutina de todos los días.           

4º Caso: CERRADO

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