Era un día normal y corriente en un pequeño pueblo a las afueras de Duma, Wailock. Un pueblo tan insignificante, que ni siquiera aparecía en los mapas corrientes, y si ibas en coche te lo pasabas de largo. Pero en este pueblo había algo que lo hacía famoso incluso en el extranjero. Esto era una serie de casos aparentemente inexplicables, algunos con origen gracioso, aunque otros algo más macabros. Nadie sabía cuando habían comenzado, o cual había sido el primer caso, pero lo cierto era que desde hacía unas semanas la gente había comenzado a marcharse del pueblo por miedo a morir, mientras un monton de turistas venían a visitar el lugar. Había muchas personas a las que le habían sucedido estos casos, y una de ellas era Richard Green, un hombre de escasa estatura, ancho de hombros y con unos rasgos marcados. Tambien tenía una gran maraña de pelos, castaños, en la cabeza. Richard vivía en una casa estilo occidental de dos pisos, con una huerta cerca de ella. En ella había ocurrido uno de los primeros casos, y antes de que se diese cuenta había un puñado de gente en su casa para saber de "él".
El caso de Richard en particular había sido uno de los más graciosos del pueblo, y que difícilmente se olvidaría, porque "él" seguia en el pueblo.
Durante una tarde tranquila en Wailock , Richard había vuelto a casa después de recolectar algunas verduras en una pequeña huerta que tenía a unos 200 metros de casa, y al entrar a casa se lo había encontrado todo tirado por los suelo, como si hubiesen entrado a robar a su casa, aunque la puerta y las ventanas estaban todas ceradas. Aunque lo mas increible ocurrió cuando subió al desván, para ver si todo seguia en orden allí arriba. Había subido con cuidado, por miedo a que el culpable siguiese en la casa, pero lo que se encontró arriba le dejo petrificado. Una especie de duendecillo estaba de pie en el desván, y en cuanto lo vio se escondió detras de unas cajas de cartón. Era un pequeño ser de medio metro de altura aproximadamente, vestido con ropas que parecían trozos del bosque, y un gorro verde-amarillo en la cabeza. Sos pequeños ojos felinos lo escudriñaban todo en la penumbra del desván, con temor, como si fuera la primera vez que estubiera allí. Tras recuperarse de la impresión, Richard se acerco lentamente a donde se había escondido el pequeño ser:
-Hola pequeño, no tengas miedo de mí No te voy a hacer nada.- Decia mientras se acercaba, y a la vez que el duendecillo dejava de mirar para todos lados y se centraba en él. Aunque cuando Richard estuvo lo suficientemente cerca del ser, este salto sobre él, mordiendole en un dedo de la mano que le había tendido, que comenzó a sangrar, y dejandole tumbado en el suelo, a una altura inferior a la del duende, que se alejo cautelosamente, intentando adivinar quién era Richard y qué
queria de él.
-Yo- Dijo señalandose a si mismo- Richard,¿Tú?- Preguntándole al ser, que saltó para atrás inmediatamente cuando le señaló, emitiendo un pequeño gruñido.Richard seguía sangrando por el dedo, y cuando el duendecillo lo vió sacó de una mochila gracilmente camuflada entre sus ropas una especie de venda. Se acerco a él, que retrocedió un poco por miedo a que volviese a atacarle, pero se detuvo al ver que este no tenía malas intenciones. El duendecillo comenzo entonces a vendarle el dedo que sangraba, y le dijo con voz tenue, casi inaudible, como si tuviera miedo:
-Yo Wailock.-Tenía el mismo nombre que la ciudad, y esto le dio risa a Richard, lo que hizo que el duendecillo le mirase con cara de no entender, y se sentó sobre su regazo.
En los días venideros, Richard le enseñó todo lo que pudo al duendecillo. Éste ya sabía hablar de manera bastante fluída, aunque con sus pequeñas manos no era capaz de escribir muy bién. Siempre solía andar cerca de quien el creía que era su mentor y que respetaba casi como a un padre, pues él no tenía nada parecido, aprendiendo todo lo que veía e intentando ayudar a Richard en todo lo que podía, aunque muchas veces mas que ayudar acababa rompiendolo todo o metiendole en un apuro sin querer, como en este primer "caso".
Richard también trabajaba en una especie de taller, donde arreglaba todo cuanto el podía, cuando vino el vecino para que le arreglase el coche que había dejado en una calle un poco inclinada, que acababa en curva. El coche no se movía, y no era capaz de arrancarlo. Richard y Wailock fueron para alla a arreglarlo, y tras acabar, mientras Richard le estaba contando lo que había hecho y lo que le iba a costar al vecino, el duendecillo tocó sin querer el freno de mano del coche, y éste se precipitó cuesta abajo con Wailock adentro, hasta que llegó a la curva y se cayó por el acantilado. Richard salió corriendo de donde estaba para ver si estaban bien ambos (el coche y Wailock), y lo que se encontró fué el coche en la base del acantilado totalmente destrozado, y al duendecillo en la curva, con el volante del coche en la mano y dormido, que habia conseguido salvarse gracias a un poder que se descubririan mas tarde que era capaz de transportar a Wailock en el espacio por un corto periodo cuando este estaba en peligro, aunque luego quedaba agotado. Esto no le había hecho mucha gracia al dueño del coche, ni mucho menos a Richard, que tuvo que pagarle un coche nuevo al vecino, que era un poco cascarrabias. Aunque el resto del pueblo se lo paso genial, y empezaron a esparcirse los rumores del ingenioso duendecillo que siempre montaba alguna, y que siempre se salvaba de todo. Este fue uno de los casos mas divertidos, aligual que otro que se contara más adelante, sin embargo, tambien hubo casos más macabros, como la sucesion de asesinatos en serie que ocurrieron durante los
conocidos como los cuatro días de la muerte, en el que murieron mas de 10 personas, y que tras ser investigados se dio con la respuesta de quien había sido el
asesino. Un ser diabólico, surgido con la misma espontaniedad que Wailock, que se había dedicado a matar y descuartizar a sus víctimas, que comía parcialmente al poco tiempo de muertas, para que estuvieran blandas sus carnes. Tras esos cuatro días encontraron el ser y pudieron acabar con él, incinerandolo después por si era igual de especial que el duendecillo.
Desde que los "casos" habían aparecido en éste pequeño pueblo, se había hecho mas famoso, y la gente iba y venía de él, por todas las historias fantásticas que se contaban de este pueblo en particular, aunque fuese pequeño.
A los pocos días de haberse cargado el coche, Richard se llevó a Wailock de acampada donde ocurrió otro de los casos, pero que poca gente conoce, por el acho de estar ellos dossolos, y no fué nada de otro mundo. Empezaron la caminata subiendo por el sendero que cruzaba el bosque de Forneus, un bosque de 2 hectareas, muy conocido por la gente del pueblo por la gran cantidad de animales y plantas que se podían encontrar. Iban a construir una pequeña tienda de campaña en la cima de la colina del monte Forneus, donde acamparían hasta la madrugada más tarde, antes de caer la noche. Wailock estaba muy pegado a Richard, como de costumbre, observando todo lo que se movía en el bosque, todo animal y planta que se podían encontrar allí escudriñando incluso en el más leve hueco en la maleza para comprobar que había detras de ella. Esto lo hacía siempre que iba a un lugar nuevo, para poder aprender todo lo posible de ese mundo que para él era tan estraño y particular. Cuando de repente se ollo un disparo, y Wailock saltó encima de Richard, escondiendose tras su chaqueta, tapandose los oidos, asustado.
-No te preocupes-Dijo Richard mientras le acariciaba el pelo al duendecillo-
Simplemente a sido un disparo de algún cazador, que anda cerca de aquí cazando liebres o algo por el estilo. Aquí al lado hay un coto de caza donde se puede, pero no pueden venir a donde estamos nosotros.- Al acabar de hablar, Wailock volvió al suelo, aunque se acerco más a Eichard mientras caminaban hacia la cima. Ya les quedeba poco. Al cabo de un rato el duendecillo se separo más de él, como cuando habían comenzado la caminata, aunque olleron algunos disparos mas, a los que no le hizo caso. Ya en la cima, Richar comenzó a montar la tienda de campaña color verde, como la ropa que llevaba Wailock, y mando a este a buscar madera con un hacha. Sin embargo, no se fiaba mucho de él, porque era como un niño pequeño que todo lo rompe y simpre se mete en algún lio aunque él no quiera hacerlo, como ocurrió esta vez. Justo al lado del campamento Wailock encontró un árbol que parecia bueno, y comenzo a talarlo para conseguir la leña que le había pedido... Pero no se dió cuenta de en que dirección estaba talando el árbol. Richard ya casi había terminado de montar la tienda, cuendo escuchó un crujido que provenía de la parete trasera de la cabaña, y se levanto para mirar que era, cuando vió la sombra de un gran árbol precipitandose hacia donde se encontraba, casi impidiendole escapar de él, que callo encima de la tienda con gran estrepito destrullendo todo lo que había en su camino. En cuanto lo vió, Wailock salio disparadado a donde se encontraba Richard, saltando por encima del gran tronco, ahora muerto.
-Lo siento mucho, de verdad...-Comenzó a disculparse , casi al borde del llanto, haciendo que este se levantase.
-Esta bien- Le dijo Richard simplemente- Pero ten algo más de cuidado la próxima vez.-Respodió para sorpresa del duendecillo, que ya estaba listo para una reprimenda, que nunca llegó.
-Sí- Acabó Wailock, feliz, y comenzó a cortar leña del tronco caído, para poder hacer fuego para la cena que tomarían. Acabaron cenando allí, sí, pero tuvieron que dormir en los sacos, colgados de los árboles, como si fuesen un par de hamacas, y al día siguiente tras levantarse, recogieron todo, desayunaron unas rebanadas de pan con algo por encima y se marcharon en direccion a su hogar, donde al llegar guardaron todo en un armario y se cerró el supuesto segundo caso de este singular duendecillo.
Wailock fué un buen duende, que tras un año y medio de vida, murió desgraciadamente en un accidente de tráfico atropellado por un coche, cuando se encontraba durmiendo en la carretera después de haberse salvado de un desprendimiento de tierra en la colina del bosque Forneus. Todo el mundo le recordaría siempre como "aquel duendecillo tan travieso que siempre armaba algun jaleo", y se le construyo una tumba en el mismo pueblo que le daba nombre y que le dió la vida, donde aun perdura sus azañas y la estatua en su honor en la plaza del ayuntamiento. En el pueblo de Wailock.
El Relatista. ・エノル・