lunes, 16 de abril de 2012

Enciclopedia Boreack (1)

Animales de Boreack:





Aerozars


Pequeños animales parecidos a los rinocerontes, sin cuernos en la cabeza pero con alas. Aunque parezcan pesados son capaces de volar gracias a ellas. Tienen una piel muy dura que utilizan de coraza natural frente a otros depredadores. Habitan libremente por todo Boreack, aunque son muy escasos.

Aunque son vegetarianos, debido a su dura piel son perseguidos y cazados por cazadores furtivos.

Se alimentan de plantas que crecen cerca de los lagos y de las hojas de algunos árboles.

Según antiguas leyendas, se dice que los Aerozars presentan a los espíritus del bosque, y que si tocan a alguien de corazón puro, son capaces de transmitirle imágenes del pasado o de un futuro no muy lejano.




Terrambios


Anfibios con forma de pez que habitan en las inmediaciones de los lagos y en antiguos cauces fluviales que se inundan al llover.

Disponen de pulmones y unas pequeñas branquias con las que pueden respirar bajo el agua, aunque prefieren la tierra firme.

Son carnívoros y suelen atacar en grupos de cinco. Su principal arma es su poderosa mandíbula llena de pequeños pero afilados dientes, similares a los de las pirañas. Son capaces de devorar a un caballo en menos de una hora. Se alimentan de peces y pequeños roedores.

Son muy agresivos cuando van en grupos.


Saprofagos


Sapos de tamaño medio que habitan en los lagos y charcas de Boreack.

Tienen dos cuernos en la cabeza y el resto del cuerpo cubierto de púas, para protegerse de sus depredadores. Cada púa tiene una glándula de veneno neuro-toxico, por lo que son muy peligrosos, aunque sean pacíficos.

Se alimentan de insectos, y en contadas ocasiones cazan con sus cuernos delanteros algún roedor extraviado.




Aqualitos


Peces similares a los delfines en forma, aunque más pequeños, que habitan en los lagos de agua cristalina.

Son de un color azul tan claro que se confunden con el color del agua.

Estos animales son muy cariñosos con los humanos y les encanta jugar. También son capaces de comunicarse con las personas mediante un leguaje antiguo que emiten mediante ondas casi telepáticas, que se pueden escuchar a cincuenta metros de distancia, solo bajo el agua.

Se alimentan de plancton y vegetación submarina.

Los Increibles Casos de Wailock





Era un día normal y corriente en un pequeño pueblo a las afueras de Duma, Wailock. Un pueblo tan insignificante, que ni siquiera aparecía en los mapas corrientes, y si ibas en coche te lo pasabas de largo. Pero en este pueblo había algo que lo hacía famoso incluso en el extranjero. Esto era una serie de casos aparentemente inexplicables, algunos con origen gracioso, aunque otros algo más macabros. Nadie sabía cuando habían comenzado, o cual había sido el primer caso, pero lo cierto era que desde hacía unas semanas la gente había comenzado a marcharse del pueblo por miedo a morir, mientras un monton de turistas venían a visitar el lugar. Había muchas personas a las que le habían sucedido estos casos, y una de ellas era Richard Green, un hombre de escasa estatura, ancho de hombros y con unos rasgos marcados. Tambien tenía una gran maraña de pelos, castaños, en la cabeza. Richard vivía en una casa estilo occidental de dos pisos, con una huerta cerca de ella. En ella había ocurrido uno de los primeros casos, y antes de que se diese cuenta había un puñado de gente en su casa para saber de "él".
El caso de Richard en particular había sido uno de los más graciosos del pueblo, y que difícilmente se olvidaría, porque "él" seguia en el pueblo.
Durante una tarde tranquila en Wailock , Richard había vuelto a casa después de recolectar algunas verduras en una pequeña huerta que tenía a unos 200 metros de casa, y al entrar a casa se lo había encontrado todo tirado por los suelo, como si hubiesen entrado a robar a su casa, aunque la puerta y las ventanas estaban todas ceradas. Aunque lo mas increible ocurrió cuando subió al desván, para ver si todo seguia en orden allí arriba. Había subido con cuidado, por miedo a que el culpable siguiese en la casa, pero lo que se encontró arriba le dejo petrificado. Una especie de duendecillo estaba de pie en el desván, y en cuanto lo vio se escondió detras de unas cajas de cartón. Era un pequeño ser de medio metro de altura aproximadamente, vestido con ropas que parecían trozos del bosque, y un gorro verde-amarillo en la cabeza. Sos pequeños ojos felinos lo escudriñaban todo en la penumbra del desván, con temor, como si fuera la primera vez que estubiera allí. Tras recuperarse de la impresión, Richard se acerco lentamente a donde se había escondido el pequeño ser:
-Hola pequeño, no tengas miedo de mí No te voy a hacer nada.- Decia mientras se acercaba, y a la vez que el duendecillo dejava de mirar para todos lados y se centraba en él. Aunque cuando Richard estuvo lo suficientemente cerca del ser, este salto sobre él, mordiendole en un dedo de la mano que le había tendido, que comenzó a sangrar, y dejandole tumbado en el suelo, a una altura inferior a la del duende, que se alejo cautelosamente, intentando adivinar quién era Richard y qué
queria de él.
-Yo- Dijo señalandose a si mismo- Richard,¿Tú?- Preguntándole al ser, que saltó para atrás inmediatamente cuando le señaló, emitiendo un pequeño gruñido.Richard seguía sangrando por el dedo, y cuando el duendecillo lo vió sacó de una mochila gracilmente camuflada entre sus ropas una especie de venda. Se acerco a él, que retrocedió un poco por miedo a que volviese a atacarle, pero se detuvo al ver que este no tenía malas intenciones. El duendecillo comenzo entonces a vendarle el dedo que sangraba, y le dijo con voz tenue, casi inaudible, como si tuviera miedo:
-Yo Wailock.-Tenía el mismo nombre que la ciudad, y esto le dio risa a Richard, lo que hizo que el duendecillo le mirase con cara de no entender, y se sentó sobre su regazo.
En los días venideros, Richard le enseñó todo lo que pudo al duendecillo. Éste ya sabía hablar de manera bastante fluída, aunque con sus pequeñas manos no era capaz de escribir muy bién. Siempre solía andar cerca de quien el creía que era su mentor y que respetaba casi como a un padre, pues él no tenía nada parecido, aprendiendo todo lo que veía e intentando ayudar a Richard en todo lo que podía, aunque muchas veces mas que ayudar acababa rompiendolo todo o metiendole en un apuro sin querer, como en este primer "caso".
Richard también trabajaba en una especie de taller, donde arreglaba todo cuanto el podía, cuando vino el vecino para que le arreglase el coche que había dejado en una calle un poco inclinada, que acababa en curva. El coche no se movía, y no era capaz de arrancarlo. Richard y Wailock fueron para alla a arreglarlo, y tras acabar, mientras Richard le estaba contando lo que había hecho y lo que le iba a costar al vecino, el duendecillo tocó sin querer el freno de mano del coche, y éste se precipitó cuesta abajo con Wailock adentro, hasta que llegó a la curva y se cayó por el acantilado. Richard salió corriendo de donde estaba para ver si estaban bien ambos (el coche y Wailock), y lo que se encontró fué el coche en la base del acantilado totalmente destrozado, y al duendecillo en la curva, con el volante del coche en la mano y dormido, que habia conseguido salvarse gracias a un poder que se descubririan mas tarde que era capaz de transportar a Wailock en el espacio por un corto periodo cuando este estaba en peligro, aunque luego quedaba agotado. Esto no le había hecho mucha gracia al dueño del coche, ni mucho menos a Richard, que tuvo que pagarle un coche nuevo al vecino, que era un poco cascarrabias. Aunque el resto del pueblo se lo paso genial, y empezaron a esparcirse los rumores del ingenioso duendecillo que siempre montaba alguna, y que siempre se salvaba de todo. Este fue uno de los casos mas divertidos, aligual que otro que se contara más adelante, sin embargo, tambien hubo casos más macabros, como la sucesion de asesinatos en serie que ocurrieron durante los
conocidos como los cuatro días de la muerte, en el que murieron mas de 10 personas, y que tras ser investigados se dio con la respuesta de quien había sido el
asesino. Un ser diabólico, surgido con la misma espontaniedad que Wailock, que se había dedicado a matar y descuartizar a sus víctimas, que comía parcialmente al poco tiempo de muertas, para que estuvieran blandas sus carnes. Tras esos cuatro días encontraron el ser y pudieron acabar con él, incinerandolo después por si era igual de especial que el duendecillo.
Desde que los "casos" habían aparecido en éste pequeño pueblo, se había hecho mas famoso, y la gente iba y venía de él, por todas las historias fantásticas que se contaban de este pueblo en particular, aunque fuese pequeño.
A los pocos días de haberse cargado el coche, Richard se llevó a Wailock de acampada donde ocurrió otro de los casos, pero que poca gente conoce, por el acho de estar ellos dossolos, y no fué nada de otro mundo. Empezaron la caminata subiendo por el sendero que cruzaba el bosque de Forneus, un bosque de 2 hectareas, muy conocido por la gente del pueblo por la gran cantidad de animales y plantas que se podían encontrar. Iban a construir una pequeña tienda de campaña en la cima de la colina del monte Forneus, donde acamparían hasta la madrugada más tarde, antes de caer la noche. Wailock estaba muy pegado a Richard, como de costumbre, observando todo lo que se movía en el bosque, todo animal y planta que se podían encontrar allí escudriñando incluso en el más leve hueco en la maleza para comprobar que había detras de ella. Esto lo hacía siempre que iba a un lugar nuevo, para poder aprender todo lo posible de ese mundo que para él era tan estraño y particular. Cuando de repente se ollo un disparo, y Wailock saltó encima de Richard, escondiendose tras su chaqueta, tapandose los oidos, asustado.
-No te preocupes-Dijo Richard mientras le acariciaba el pelo al duendecillo-
Simplemente a sido un disparo de algún cazador, que anda cerca de aquí cazando liebres o algo por el estilo. Aquí al lado hay un coto de caza donde se puede, pero no pueden venir a donde estamos nosotros.- Al acabar de hablar, Wailock volvió al suelo, aunque se acerco más a Eichard mientras caminaban hacia la cima. Ya les quedeba poco. Al cabo de un rato el duendecillo se separo más de él, como cuando habían comenzado la caminata, aunque olleron algunos disparos mas, a los que no le hizo caso. Ya en la cima, Richar comenzó a montar la tienda de campaña color verde, como la ropa que llevaba Wailock, y mando a este a buscar madera con un hacha. Sin embargo, no se fiaba mucho de él, porque era como un niño pequeño que todo lo rompe y simpre se mete en algún lio aunque él no quiera hacerlo, como ocurrió esta vez. Justo al lado del campamento Wailock encontró un árbol que parecia bueno, y comenzo a talarlo para conseguir la leña que le había pedido... Pero no se dió cuenta de en que dirección estaba talando el árbol. Richard ya casi había terminado de montar la tienda, cuendo escuchó un crujido que provenía de la parete trasera de la cabaña, y se levanto para mirar que era, cuando vió la sombra de un gran árbol precipitandose hacia donde se encontraba, casi impidiendole escapar de él, que callo encima de la tienda con gran estrepito destrullendo todo lo que había en su camino. En cuanto lo vió, Wailock salio disparadado a donde se encontraba Richard, saltando por encima del gran tronco, ahora muerto.
-Lo siento mucho, de verdad...-Comenzó a disculparse , casi al borde del llanto, haciendo que este se levantase.
-Esta bien- Le dijo Richard simplemente- Pero ten algo más de cuidado la próxima vez.-Respodió para sorpresa del duendecillo, que ya estaba listo para una reprimenda, que nunca llegó.
-Sí- Acabó Wailock, feliz, y comenzó a cortar leña del tronco caído, para poder hacer fuego para la cena que tomarían. Acabaron cenando allí, sí, pero tuvieron que dormir en los sacos, colgados de los árboles, como si fuesen un par de hamacas, y al día siguiente tras levantarse, recogieron todo, desayunaron unas rebanadas de pan con algo por encima y se marcharon en direccion a su hogar, donde al llegar guardaron todo en un armario y se cerró el supuesto segundo caso de este singular duendecillo.
Wailock fué un buen duende, que tras un año y medio de vida, murió desgraciadamente en un accidente de tráfico atropellado por un coche, cuando se encontraba durmiendo en la carretera después de haberse salvado de un desprendimiento de tierra en la colina del bosque Forneus. Todo el mundo le recordaría siempre como "aquel duendecillo tan travieso que siempre armaba algun jaleo", y se le construyo una tumba en el mismo pueblo que le daba nombre y que le dió la vida, donde aun perdura sus azañas y la estatua en su honor en la plaza del ayuntamiento. En el pueblo de Wailock.


El Relatista.       ・エノル・

Inocencia Infantil

Una vez soñé con una ciudad sin padres, donde los niños pudiesen vivir tranquilos, sin normas y sin gente por encima suya obligándoles a hacer cosas que no querían, como acostarse temprano.
Y por este mismo motivo construí una ciudad sin padres, donde solamente los niños podian entrar, aunque acabaron entrando adultos, eso si, con el mismo nivel que los niños y sin ser padres. Podían vivir libremente sin nadie superior a ellos, pues todos eran iguales, aunque con distinta edad.
Esta utopía creada por mi comenzó funcionando perfectamente. Todos eran felices haciendo lo que les daba la gana, hasta que un día todo se descontroló.
No había policía, pues nadie podía ser superior, pero yo, el constructor de la ciudad, no podía hacer nada. Todos eramos iguales. Gente que intentaba escapar del control del poder, de sus jefes, de sus padres, y que pagaban todo su resentimiento con el resto de gente de la ciudad, especialmente con los niños, pues eran debiles. La utopía se había transformado en descontrol y caos. Los niños, espejos del alma, de la inocencia, ahora tenían que huir de la ciudad que yo había construido para ellos.
Asi fue como salí de mi propia construcción, exiliado por siempre, con el grupo de niños que aun seguían siendo inocentes. Viajamos durante largo tiempo, sobreviviendo como podíamos, caminando sin rumbo fijo por el desierto de la compasión humana, en busca de algún resquicio de solidaridad, donde poder establecernos definitívamente. Y al fin lo encontramos. En el centro del oscuro corazón humano todavía quedaba algo de luz. Tras caminar durante mucho tiempo bajo la tormenta de arena, creíamos que nunca saldríamos de allí, pero de repente un claro en el cielo se abrió, indicandonos el camino de la salvación. A lo lejos, una ciudad de puro cristal, limpia, honesta, que se alzaba impetuosa sobre la furiosa tormenta.
Allí nos asentamos, y allí morí, tras poder encontrar un remanso de paz y tranquilidad para el futuro de nuestra raza.


El Relatista.                                              ・エノル・

viernes, 13 de abril de 2012

Soledad


En un pueblo aparentemente olvidado, un pueblo fantasma a la vista de la gente, se esconde la puerta a la ciudadela donde el sol no puede penetrar. Una ciudad oculta por una ilusión, y que solamente quien conoce su secreto es capaz de entrar. Oculta por una persona que ansiaba la soledad, tanto como para crear una ciudad perfecta, sin habitantes, que tuvo que llenar con su ser. Fabricando "muñecas" en las que metía parte de su alma podía vivir tranquilo, acompañado y solo al mismo tiempo, pues las "muñecas" no eran capaces de reemplazar a los humanos. Pocas personas habían entrado, ansiando su misma soledad, en la ciudad donde debían matar al antiguo ocupante para poder conseguirla. Así es cómo en una ciudad llena de "muñecas" solo habitaba un humano de cada vez.
Yo una vez estuve allí, y viví solo durante un tiempo, tras matar al ocupante. Pero al cabo de un tiempo me aburrí de las "muñecas" y empecé a echar de menos a la gente, que aunque no siempre me caía bien, siempre hacía que te rieses un poco y te divirtieras. Al final conseguí salir de esa ciudad solitaria, escondiéndome a la vista de las "muñecas", y comprendí que el estar solo es malo, y siempre hay que tener a alguien con quien reír y llorar. Un amigo que siempre esté a tu lado, y con el que puedas olvidar esa sensación de soledad, ya que el peor castigo que se le puede hacer a un Ser Humano es ignorarlo. Hacer que viva excluido de la sociedad es matarlo.


El Relatista.      ・エノル・

La Vida y Escribir

Escribir es como la vida.
La vida fluye,
como la tinta de una pluma.
Fluye constante,
palabra a palabra,
deteniéndose solo cuando es necesario.
Cuando se para,
un corto periodo de tu vida se esfuma,
volviendo a tu memoria,
mientras se seca.
Cuando toca un punto y final,
tu vida se acaba,
se extingue,
mueres.
Pero siempre se podrá volver,
escribiendo de nuevo,
lo que del corazón sale,
a la vida que una vez tuvimos.



El Relatista.    ・エノル・

La Ciudadela sin Sol


Esto era una ciudad, donde ni frío invierno ni caluroso verano podían entrar, donde la luz del Sol escapaba al llegar, donde la gente vivía sin saber, lo que fuera de sus tierras podía haber. Ni soñadores ni aventureros había, pues en ella se encontraba todo lo necesario para vivir, y nunca en salir de allí pensaron alguna vez. Una ciudad que la gente del exterior temía. Quien alguna vez entraba nunca salía de ella, no por no poder, sino porque quien accedía allí veía un cambio en su vida. Un lugar sin preocupaciones, un lugar de paz del que nunca querrían escapar. Pero solo lograban entrar aquellos de corazón puro, pues si algún desalmado intentaba entrar, al segundo se vislumbraba su cadáver a la entrada de la ciudad. La gente no sabía que había dentro de la ciudad, y los de dentro no sabían nada del exterior, pues los que entraban desde afuera eran cegados por la brillantez que les aguardaba dentro, y se olvidaban de todo lo demás, incluso de sus familias, que les esperaban hasta la muerte, ya que en esa ciudad, venerada y maldecida al mismo tiempo, todo corría más lento, incluida la vida de sus habitantes.

El Relatista.     ・エノル・

El Secreto de los sueños: Boreack (6)

Capitulo 6:
La cueva sellada y la enciclopedia


A la mañana siguiente  me desperté de nuevo en Boreack.
-        ¡Alakan! despierta y baja a desayunar- Me gritó Yarakal desde el cuarto de estar.
Me vestí y bajé. Durante el corto espacio hasta la sala saqué el mapa que me había dado Zarkar. La cueva se encontraba a unos veinte minutos de la casa, en dirección oeste.
- Por fin despiertas bella durmiente- Me recibió Karmack al llegar abajo- Desayuna rápido que me ha contado Zarkar lo que tienes que hacer.
- ¿Qué tienes que hacer?- Me preguntó Yarakal justo al instante de oír hablar a Karmack- No me has dicho nada- me acuso.
- Te lo iba a contar esta ahora- Intenté defenderme- Necesito que me acompañes hasta un lugar cerca de aquí, así que cuando acabes de desayunar prepárate.
Tras acabar, Yarakal subió a su cuarto y yo al mío. Comencé a preparar lo que necesitaba: El mapa de Zarkar, un trozo de pan para el camino, la cantimplora de agua y la espada.
Estuve esperando en la entrada de la casa casi media hora. Por lo que parecía, las chicas necesitaban mucho tiempo para prepararse. Cuando por fin llegó, marchamos en dirección a la cueva sellada.
- Esto todavía no se lo he contado siquiera a Karmack. Zarkar me ha pedido que busque unos minerales extraños para forjar una espada especial. Se supone que es la única capaz de herir al Dogo, y a su dueño- Hice una pausa para que digiriera la información- Ahora mismo nos estamos dirigiendo a una cueva sellada donde debemos encontrar una enciclopedia sobre Boreack, que habla de la pulsera de Zarkar.
- Esto… Y ¿Para qué me necesitas?-Preguntó Yarakal algo aturdida por todo lo que le había contado.
- Cuantos más mejor ¿no? Zarkar me pidió que te invitase a venir.
- Ese maldito viejo… Bueno, ya casi hemos llegado- Cerro la conversación.
Al cabo de poco llegamos a un claro en el bosque, y al mirar en el interior nos quedamos sorprendidos. En el claro se erguía cual obelisco una enorme montaña de piedra caliza que se hundía en la tierra, llena de grabados, donde lo único que parecía una entrada era una gran piedra redonda colocada en la parte delantera de la montaña, y la cual parecía tan pesada como un edificio.
- ¡Genial! y ahora ¿cómo se supone que vamos a entrar?-pregunte sentándome en el suelo. La inmensa mole de piedra era infranqueable, y por mucho que intentaba empujar la piedra de la entrada esta no se movía.
- No lo sé. Tú eres el elegido. Se supone que solamente tú puedes abrirla.- Me respondió sentándose a mi lado al tiempo que sacaba un trozo de pan de la bolsa  que llevaba al cinto.
De nuevo me acerque a la entrada. La piedra debía medir unos tres metros de radio parecía pesar toneladas. Estaba enteramente grabada con símbolos extraños que ni Yarakal ni yo entendíamos. Pero tras revisarla por segunda vez encontré algo. Uno de los símbolos se asemejaba a la pulsera que me había dado Zarkar, y a su lado estaba dibujada una mano. No tenía nada que perder, por lo que puse la mi mano sobre la que había en la piedra.
Fue entonces cuando como salido de una película de terror, se me quedó la mano pegada a la puerta, y un gran estruendo sacudió el suelo. De repente la piedra comenzó a caer encima mía, pero cuando se disponía a golpearme el suelo se hundió y la piedra giro limpiamente conmigo pe-gado en ella. Cuando cesó de moverse y pude despegar la mano de la fría piedra miré en derredor.
Me encontraba dentro de la cueva, aunque no se veía nada por la falta de ventanas, por lo que esperé a que mis ojos se acostumbrasen. Solamente podía escuchar los débiles golpes de Yarakal sobre la puerta de piedra. Se había queda-do afuera.
Cuando por fin me acostumbre, miré la estancia. Tras bajar unas pequeñas escaleras, había una gran sala con pedes-tales a los laterales y un gran altar al fondo, donde se podía descubrir la silueta de la enciclopedia, y de algo más.
Empecé a caminar en esa dirección, y en cuanto pase por al lado del primer par de pedestales, salieron unas bolas de fuego como por arte de magia, que se situaron sobre los mismos. Pasó lo mismo con todos los pedestales, hasta llegar al altar. Detrás de este había una cruz invertida en la pared, y por lo que había visto de camino parecía que me encontraba en un santuario. Cuidadosamente, y tras coger la enciclopedia y un rollo de pergamino que había al lado y quitarles el polvo, los guarde en mi bolsa. Entonces apareció de detrás del altar una especie de ente que flotaba sobre el suelo, y que al cabo de poco se transformó en una especie de lichi.
-        ¿Quién osa robar los objetos del santuario sellado?- Me preguntó tenebrosamente.
No sabía que responder. En mi vida había visto nada parecido, y tampoco creía que lo que estaba haciendo se consideraba robo.
- Lo siento pero lo necesito para saber más sobre este mundo y poder ayudarlo.
- ¿Cómo te llamas, humano?- Insinuó dando una especial entonación a la palabra “humano”.
- En este mundo me llaman Alakan, el elegido, aunque mi nombre real es Johan.
- Por lo menos parece que eres sincero. Mucha gente ha in-tentado llevarse esos objetos, y han acabado así- Dijo al tiempo que señalaba una esquina, en la que pude entrever un montón de huesos.- ¿Por qué debería creer en ti?
- Ya he luchado varias veces con el Dogo, y creo que debo hacer algo para que Boreack pueda seguir siendo como era antes de que llegase. Según Zarkar mi deber es acabar con él y con su dueño.
- Así que conoces a Zarkar. Entonces puedo confiarte la misión por la que llevo aquí atrapado tanto tiempo. Debes llevarle ese pergamino a Zarkar y que lo descifre. Ahí reside tu misión y la salvación de este mundo…-Dijo al tiempo que se desvanecía lentamente.
- Descansa en paz.
Emprendí el camino de vuelta, mientras pensaba en quién era ese hombre que conocía al viejo. Tendría que preguntárselo más tarde, porque de la que iba de regreso a la puerta, las antorchas comenzaron a apagarse más rápido que al paso al que iba. Me puse a correr, al tiempo que es-cuchaba como la parte posterior de la sala se hundía bajo la pesada roca. A poco estuve de acabar aplastado, porque conseguí poner la mano en la puerta y que esta diese la vuelta, antes de que todo se hundiera con un estrepito aun mayor que con el que había entrado.
- ¡Alakan! ¿Dónde te habías metido?- me preguntó frenéticamente Yarakal a la vez que me abrazaba fuertemente.
- Tranquila- Le respondía mientras me sentaba en el suelo y me disponía a contarle todo lo sucedido a Yarakal, salvo lo del ente, que se lo diría únicamente a Zarkar.
Cuando por fin se calmó volvimos a la casa de Karmack, pero antes de darles nada a los hombres, me eché en mi cama para echar una siesta. Estaba muerto después de haber estado en frente del lichi y de correr por todo el santuario para poder salvar la vida. Cerré los ojos y me dormí.

El Secreto de los sueños: Boreack (5)


Capitulo 5:
Atrapado. La pulsera de los mundos


Entre los dos, y tras ahuyentar de nuevo al Dogo, consiguieron llevarme hasta la casa.
En cuanto Zarkar me vio, corrió a preparar una cama y me tumbaron en ella, mientras Yarakal no paraba de murmurar que no tenía que haberme dejado solo. El golpe me había dado de lleno, pero por suerte, la espada había absorbido parte del golpe, aunque el Dogo la hubiera partido en trozos. Tenía tres profundaos cortes en el pecho, y un par de costillas rotas. Al poco de que me tumbaran, no tuve la fuerza de seguir aguantando y me desmayé. Suponía que al despertar estaría de nuevo en la tierra, sin herida alguna y que tendría que esperar todo un día para volver a Boreack. Pero eso no fue lo que ocurrió.
Cuando me desperté aun sentía un punzante dolor en el cuerpo, y era casi incapaz de moverme. Al cabo de un rato conseguí incorporarme, y descubrí que seguía en Boreack. A parte, tenía en la muñeca una extraña pulsera con dibujos tribales que no recordaba llevar puesta al desmayarme.
- ¿para qué es esta pulsera?- Pregunté con un hilillo de voz al tiempo que buscaba con la mirada a alguno de mis compañeros.
- Esa pulsera te la puso Zarkar al poco de llegar. Según él es una pulsera que permite al elegido viajar libremente entre los mundos, aunque tendrás que preguntarle más tarde cómo funciona a Zarkar- Me contestó Karmack, que estaba sentado en una silla velando por mí- Llevas durmiendo dos días. Nos tenías preocupado, pero parece que tus heridas se curan rápidamente- Dijo mientras señalaba mi pecho- Cuando te trajimos pensábamos que ibas a morir. Yarakal estaba muy preocupada, tendré que avisarla de que ya has despertado. Nos vemos luego- Se despidió.
Más tarde vi aparecer por la puerta a Yarakal. Llevaba en las manos una bandeja en la cual estaba mi desayuno.
- Tendrías que haber huido conmigo. Entonces no te habría herido.
- Ya… Pero si lo hubiera hecho nos habría matado a los dos- Replique con cierta dureza, por el hecho de que al principio no me había hecho caso.
Fue entonces cuando Yarakal poso la bandeja y rompió a llorar encima mía, y traté de consolarla como pude. Me había pasado un poco.
Al día siguiente pude volver a andar, y fui a visitar a Zarkar. Otra vez no había ido a mi mundo por la noche.
- Hola Zarkar. Quería preguntarte una cosa. ¿Qué es esta pulsera que me has puesto?
- Cada cosa a su tiempo, Alakan, cada cosa a su tiempo- Me respondió filosóficamente, pero como veía que no me quedaba a gusto continuó- Es una pulsera muy especial que se ha pasado en mi familia de generación en generación, y que permite al elegido viajar entre mundos a voluntad. Y ese eres tú.
- Karmack ya me contó algo parecido, pero ¿Cómo se utiliza?- Pregunté intrigado.
- No tengo ni idea- Admitió- Aunque creo que hay un manuscrito que habla sobre la pulsera en una cueva que se encuentra cerca de aquí. Lo malo es que nadie ha conseguido entrar nunca, ya que la puerta es una gran piedra encajada en el agujero que sería la entrada.
- ¿Tengo que volver a salir?
- No hace falta. Ya saldrás mañana junto con Karmack y Yarakal, que por lo visto te tiene bastante aprecio estos días. Creo que le gustas, deberías lanzarte.- Me aconsejo mientras me ponía rojo y abandonaba la sala.
Estuve un rato acostado en la cama, y al llegar la hora de la comida bajé junto con todos. Hoy me toco al lado de Yarakal, y en frente de Zarkar, que cuando empezamos a comer me metió un par de patadas y señalo con la cabeza a Yarakal para que la mirase. Y así lo hice.
Vestía un largo vestido negro, como si fuera de luto, y tenía el pelo recogido en una cola de caballo. La verdad es que estaba muy guapa. Tanto que me quede absorto en mis pensamientos, aunque ella me sacó de ellos.
- ¿Qué estas mirando?- Me preguntó.
- Nada… Es que hoy vas muy guapa- Conteste tímidamente.
- ¿A si?- Hizo una pausa, y me preguntó algo con lo que no contaba- ¿Por algún casual te gusto?
- Bueno… Esto…- No sabía que responder, pero se me vino a la cabeza lo que me había dicho Zarkar: “deberías lanzarte”- La verdad es que un poco- Acabé respondiéndole rojo, entre los silbidos de Karmack.
- Pues ¿sabes lo que te digo?- Con esta frase yo ya me temía lo peor- Yo también- Finalizó dejándome sorprendido y dándome un largo beso, lo cual dejo anonadados al resto de ocupantes de la mesa, que nunca habían visto besar a Yarakal, y mucho menos en la boca.
Cuando acabó la comida me despedí de Yarakal y me fui a entrenar junto con Karmack:
- Enhorabuena  Alakan. Creo que ya tienes novia en Boreack ¿No?- Me saludó Y comenzamos a entrenar.
Aun me encontraba algo débil y tenía unas cicatrices en el pecho, que según Zarkar desaparecerían con el tiempo debido a mi “Poder”.  Entonces me acorde de por que había salido ese día a por leña con Yarakal. Había ido a por el primer material de la lista que me había dado el viejo. El Tantinio. Fue entonces cuando preocupado, salí corriendo de la sala de ejercicios sorprendiendo a Karmack, en busca de Zarkar. Cuando por fin le encontré le hice una única pero vital pregunta:
- Perdona, ¿No encontrasteis en mi zurrón un mineral?
- Ni idea. Cuando llegaste simplemente te lo quitamos y pusimos sobre la mesa de al lado. No lo abrimos.
_ ¿Puedes acompañarme un momento?- Le pregunte al tiempo que me encaminaba hacia la habitación donde había estado recostado hasta hacía poco. Cogí el zurrón, metí la mano y saque algo de él.
- Toma Zarkar- Le dije mientras le entregaba lo que había sacado de la bolsa- es el primer material de la lista, el Tantinio.
- ¡Ah!, perfecto. Ya te queda menos. A ver si no tardas mucho en reunir el resto.
- Una cosa, ¿Dónde se encuentra el segundo?- Pregunté.
- ¿No te había dado una tabla? Se encuentra en la capital del desierto, la que queda.- Me respondió con la mirada perdida.
- ¿Qué pasó con la otra?
La verdad es que Karmack no me había contado mucho. Solamente que la única capital del desierto que seguía en pie era la capital del Desierto Sur.
- La destruyeron, junto con todos sus habitantes. Esa fue la primera muestra de poder del amo del Dogo, antes de crear a éste.
- Lo siento… Y ¿Dónde esta la capital del Sur?- Cambié de tema.
- Toma este mapa. Aquí aparece todo. Ah, y acuérdate de que antes tienes que ir al la cueva sellada para buscar ese pergamino.
- Si, si. Mañana ya saldré en su busca. Hoy ya estoy muy cansado. Me voy a cenar y para la cama. Nos vemos mañana.

El Secreto de los sueños: Boreack (4)


Capitulo 4:
Batalla Fatídica


Al volver a Boreack, me encontré algo incómodo, como quien sabe que algo malo va a ocurrir. Por lo general el ambiente allí era bastante relajado, salvo cuando atacó el Dogo.
Tras desayunar, Zarkar nos mandó a Yarakal y a mí a por leña para preparar la comida y algunas bayas. También me dio una pequeña libreta con la tabla de los materiales necesarios para la espada. Resultó que uno de ellos se encontraba en el bosque, en un lugar cercano a donde nos dirigíamos a por los troncos. Según la misma, este material era duro, pero fácil de extraer puesto que se presentaba en láminas. Su color era morado apagado.
Estuvimos caminando un rato por un pequeño sendero que cruzaba esa parte del bosque. Según Karmack, el bosque se dividía en tres: La capital del Bosque Norte, La capital del Bosque Sur, y La zona donde nos encontrábamos y estaba la casa.
Ya cuando empezamos a recoger la leña entablé conversación con Yarakal:
- Lo siento Yarakal, me tengo que ir un momento. No tardaré mucho.
- ¿A dónde se supone que vas?- Me pregunto interesada.
- Perdón, no puedo decírtelo- Me excusé mientras su cara se tornaba más dura- pero dentro de poco lo sabrás, te lo aseguro.-Finalicé tranquilizadoramente.
Esta vez con la cara más suave me contesto:
- Vale. No tardes mucho que tienes que ayudarme a cargar con todo esto. ¿No querrás que una dama lleve todo, no?
- Gracias. Adiós.
Y me marche corriendo en busca del material.
No tarde mucho en encontrarlo, y fue relativamente fácil de extraer de donde se encontraba. Lo único que se me había olvidado preguntarle a Zarkar era qué cantidad de material necesitaba, así que cogí todo lo que pude y me lo guarde en una especie de zurrón hecho con pieles.
Cuando volví con Yarakal la encontré tendida en el suelo dando una cabezadita.
- Despierta… - Le susurre al oído mientras la zarandeaba un poco- Despierta.
- Mmm… ¿Qué?- Abrió los ojos y comenzó a estirarse- A Alakan. Estaba descansando un poco. ¿Ya terminaste?
- Si, si. Volvamos pronto a casa.
Cogí la mayor parte de la leña, y emprendimos el camino de vuelta. Allí en Boreack, el tiempo parecía discurrir a la misma velocidad que en mi mundo, pero según el reloj que siempre llevaba puesto, amanecía a las siete de la tarde y anochecía a las ocho de la mañana. El reloj y algunas cosas que llevase puestas encima a la hora de dormir, como pulseras o la nota con la que había descubierto que ese mundo era real, era lo poco que podía pasar entre los dos mundos. Más de una vez Karmack y el resto me habían preguntado que era lo que llevaba en la muñeca, pero cuando les decía que era un reloj, ellos no sabían que significaba. En Boreack no existían los relojes.
Cuando ya llevábamos un rato caminando y nos acercábamos a un claro del bosque, el ambiente comenzó a tornarse más pesado, lo que me recordó el sentimiento de esa “mañana” e hizo que me pusiera en guardia. Siempre llevaba una espada colgada al cinto. De repente el Dogo salió de detrás de unos árboles. Estaba ileso, como si la batalla de hacía unos días no hubiera ocurrido nunca. Rápidamente solté la leña y desenvainé la espada, al tiempo que le gritaba a Yarakal que se alejase para pedir ayuda a Karmack, el cual ya estaba algo mejor. Pero no me quería dejar solo. No quería que me pasase nada. Que-ría que me fuese con ella. Yo no podía hacerle caso, ya que si escapábamos los dos nos acabaría atrapando a ambos gracias a su rapidez. Le di un leve empujón para que recapacitara mientras le volvía a gritar que se marchara a pedir ayuda. Por fin me hizo caso y marchó.
Solo estábamos el Dogo y yo. Frente a frente. Comencé a dar vueltas a su alrededor, con la espada lista para una estocada. Sabía que no podía hacerle ningún daño con esa espada, pero era lo único que tenía a mano. Estaba tan concentrado en la posibilidad de que el Dogo saltase sobre mí que no me di cuenta de que cada vez estaba dando vueltas más cerca de el. Cuando lo vi fue demasiado tarde. El monstruo era rápido y letal, aunque yo había estado entrenando con Karmack y había mejorado desde la última vez. De repente levantó una de sus peludas patas y lanzó un temible zarpazo que conseguí eludir por los pe-los, haciendo que se estrellase contra un árbol, partiendolo por la mitad. Si una de esas garras me llegaba a dar estaría en serios problemas. Rodé a la derecha al tiempo que otro zarpazo pasaba rozando mi cabeza. No era capaz de acercarme. No podía siquiera hacerle un rasguño. Me incorpore y vi venir otro más. Ahí tuve mi error. Levante la espada delante mía con la intención de para su ataque y lanzarme sobre él, pero cuando sus garras tocaron la espada, en vez de pararse cortaron limpiamente el acero y se hundieron en mi pecho. Caí pesadamente al suelo, quedando apoyado en el tronco de un árbol. Los últimos retazos de mi memoria solo recuerdan la llegada de Karmack con su springfiel, la horrorizada cara de Yarakal al verme, y las palabras que me dijo mientras me abrazaba llorando.
- Por favor… No te vallas…

El Secreto de los sueños: Boreack (2)


Capitulo 2:
Un nuevo mundo. Boreack


Me desperté una madrugada de invierno en mi cama pero a diferencia del resto de días…¡Tenía un papel en mi mano derecha con algo escrito! Decía así:

“Escribo esto en un mundo desconocido para mi, al cual no pertenezco, con la intención de saber si en verdad es un sueño o la realidad.                            
                                                                Fdo.: Johan”

El papel estaba firmado por mi, lo que me impactó mucho. No se lo dije a nadie, porque era mi gran secreto. A partir de ese día, siempre desearía que llegase la noche, para poder ir a ese mundo de fantasía.
Al día siguiente de que supiese de que los sueños eran verdad, cuando me dormí y me desperté en casa de Karmack le pregunté cómo se llamaba ese mundo, del cual no conocía su nombre.
- Perdona Karmack, ¿cómo se llama éste lugar en el que estamos?
- ¡Cómo!, ¿es qué no sabes el nombre del mundo en el que vives?- yo estaba impaciente por que contestase, por lo que callé y esperé- Se llama Boreack.
Por fin sabía como se llamaba ese lugar al que iba, por arte de magia, todas las noches al dormirme. Por fin sabía donde me encontraba.
Tras desayunar, tal y como me había prometido Karmack, fuimos a la sala de entrenamiento de la tercera planta y empezó a enseñarme los movimientos básicos con la espada. Estocadas, quiebros y bloqueos.
Al principio todo me salía mal y acababa frustrándome, pero Karmack siempre me alentaba diciendo que si seguía practicando durante un tiempo, empezaría a notar mejoría. Aunque mientras me entrenaba, Yarakal me observaba desde la puerta con  una mirada escudriñadora, como si quisiera saber en que pensaba.
Cuando acabé de practicar con la espada, Karmack me dio su enhorabuena y me fui al aseo más cercano para ducharme. Pero no tenía más ropa que poner por lo que se lo dije a Karmack y me dijo donde estaba el armario para que cogiera cualquier ropa de las que había dentro que me pudieran servir.

En el momento en el que entre en el baño (que era la primera vez que entraba en él) me dí cuenta de que la ducha era fija, por lo que no podía cogerla con mi mano, y como gel había una especie de líquido amarillo suave. La esponja era natural, lo cual me pareció extraño ya que no me había hablado sobre ningún mar u océano en Boreack, donde se pudiesen encontrar.
Después de una refrescante ducha, me vestí con lo que había cogido del armario: unos pantalones cortos buenos para practicar con la espada, y encima de una camiseta oscura, una cazadora de cuero parecida a la que llevaba Karmack el día que le conocí en el bosque.
Más tarde fuimos a cenar, pero mientras lo hacíamos  Yarakal no paraba de decirme que tenía que practicar más para estar a la altura del Dogo, y si nos encontrábamos por allí, poder entablar una batalla con él hasta que llegase Karmack con su arma especial.
Me lo dijo tantas veces que acabé yéndome de la mesa a mi cuarto, harto de oírla quejarse. Por lo que me eché en la cama dispuesto a volver a mi vida real en la Tierra.

Y eso fue lo que ocurrió. Me desperté como todas las mañanas, con la salvedad de que ésta vez, como el primer día que había soñado con Boreack, estaba mi hermana, frente a mí. Era solamente un par de años menor que yo. No era alta ni gorda y tenía unos largos cabellos color azabache recogidos en unas trenzas. Hoy vestía un vestido de algodón  y medias, puesta que era invierno.
El día discurrió sin ningún problema, y por la noche me acosté otra vez para volver al sufrimiento de escuchar a Yarakal quejarse de mí.

Al despertar en mi cuarto ella no paraba de dar golpes en la puerta para que bajara a desayunar. Acabó dando  tantos, que después de que parara aun los escuchaba retumbando en mi cabeza. Tras desayunar, me fui con Karmack a la sala de entrenamiento para seguir practicando con la espada. Cuando de repente oímos en el bosque un gran estruendo y salimos al exterior para ver que pasaba, siempre armados con una espada, por si la necesitábamos. Lo que vi me aterrorizó. Era el Dogo que me había atacado.

El animal estaba persiguiendo a un pobre anciano que se había aventurado en el bosque en busca de frutas para comer, y el Dogo le había arrinconado en el tronco de un gran árbol, dispuesto a devorarlo. Fue entonces cuando Karmack, sin pensárselo dos veces, cargó su fusil-ballesta (al que llamaba cariñosamente Springfiel en honor de un fusil de la II Guerra Mundial) y le disparó en el hombro, lo cual hizo que cayese derribado. Pero mientras recargaba el arma, se abalanzó sobre él. Solamente me dio tiempo a interponer mi espada entre éste y Karmack, antes de desmayarme por el golpe.

El Secreto de los sueños: Boreack (3)


Capitulo 3:
El elegido

Cuando recuperé el conocimiento descubrí que aun seguía en Boreack y en la cama de al lado estaba Karmack con un brazo vendado y Yarakal cuidando de él.
Al darse cuenta de que me había despertado se acercó hacia mí y me dio las gracias por haber salvado a Karmack, aunque yo no me acordaba de nada. Se lo dije y me lo contó con todo detalle:

Cuando interpuse la espada entre los dos se clavó en el pecho del Dogo, y al caer encima de mi compañero se había roto el brazo. Yo en cambio, por la fuerza que ejerció el monstruo sobre mí, salí disparado hacia la casa y me desmayé. Al otro lado de la habitación, se encontraba la cama donde estaba en el anciano al que le habíamos salvado la vida. El hombre, estaba exhausto y con una pierna herida.
Al cabo de un rato me reincorporé y comí algo con la ayuda de Yarakal. Como ya era de noche me eché en la cama para descansar y a ser posible, dormir.

Desperté en mi casa pero como todavía me encontraba algo mareado por lo que había ocurrido en Boreack, no fui a clase. Me puse a leer un libro que tenía que leer para clase y pasé el resto del día en casa haciendo cosas. Al llegar la noche, me acosté en la cama y desperté en Boreack.

Yarakal estaba en mi habitación, con Karmack y el anciano hombre, que resultó llamarse Zarkar. Era uno de los anciano más sabios del bosque que vivía en el borde de la capital del Bosque Sur. Pero cuando preguntó el nombre de su salvador todos callaron y me miraron. En ese lugar mi nombre real no serviría de nada, por lo que me puse a inventar un nombre, pero mientras lo hacía Zarkar respondió por mí:
- Alakan, ese es tu nombre, al menos en este mundo. ¿Verdad? Tú eres el elegido que nos liberará del Dogo y de su amo.
No supe que decir, así que les expliqué todo lo que me había pasado por las noches. Y todos menos Zarkar se sorprendieron mucho. Jamás se lo habrían imaginado. Al final, bajamos a desayunar.
Mientras lo hacíamos, Zarkar empezó a contarme mi mi-sión:
- Se supone que tienes que ser capaz de acabar con ese gran Dogo, que te atacó durante  el primer sueño, y con su amo, que quiere dominar Boreack.-Hizo una pausa para que pudiera digerirlo- Él puede que no sea tan poderoso como crees, aunque el Dogo que mencioné antes está bajo su influencia, y puede serte un gran problema.

Después del desayuno me puse a practicar esgrima con Zarkar puesto que Karmack estaba herido. Mientras practicaba, comencé a hacerle preguntas, ya que me aburría.
-        Perdón, cuando intervine ayer en la batalla… El Dogo se hirió pero sobrevivió, ¿No?
-  Si Alakan- Me respondió con tono sombrío aludiendo a mi nombre allí- una simple espada no servirá para nada. Tendría que construir en mi fragua una espada especial, con ciertos materiales raros que hay dentro del bosque y en el desierto…- De repente se le encendió una bombilla en la cabeza- ¡Tú podrías conseguirme esos materiales!, aunque hay algunos difíciles de encontrar. Yo ya estoy viejo como para andar recorriendo todo Boreack en busca de ellos, pero podría hacerte una lista con el nombre del material, el lugar o ubicación donde se encuentra y algunas características para diferenciarlo de simples rocas.

Le di las gracias, mientras acabábamos de practicar. Me tenía lanzando estocadas contra una especie de espantapájaros de paja y con brazos de madera que giraban al golpearles. Al finalizar y tras comer, me fui con Yarakal para practicar a un juego parecido al ajedrez que había en ese mundo. Las piezas movían igual que en el ajedrez, pero a la hora de comer, se comían las piezas que había en la trayectoria, y no donde caía la pieza. Por culpa de estos cambios acabé perdiendo siempre y me deprimí un poco. Tras todo, llegó la hora de la cena. Esta vez éramos uno más en la mesa, ya que Zarkar se iba a quedar a vivir con nosotros. Lo más divertido fue ver como Yarakal intentaba ayudar a Karmack a que comiera, pues tenía un brazo en cabestrillo. Al acabar de cenar, nos despedimos y Yarakal me dio un beso en…

Desde que Zarkar había nombrado lo de ser el elegido que salvaría Boreack y todo lo demás, ella había estado algo más cariñosa conmigo, y también era más tolerante en los entrenamientos que miraba.

Al despertar volví a la tierra.
- Genial… otra vez en la tierra.
- ¿Qué estas murmurando?- Me increpó mi hermana, consiguiendo que casi se me rompiese el cuello al girarlo rápidamente en su dirección.
- Nada… solamente decía que era mejor dormir y soñar que despertarse- Intente defenderme.
- Pues en esos sueños no paras de nombrar a una chica llamada Yarakal. ¿Qué es tu novia o una chica que te gusta?
Toda la mañana. Ese fue el tiempo que estuvo haciéndome la misma pregunta. La verdad era que Yarakal no estaba nada mal, y a lo mejor podía gustarme un poco, pero no era mi novia, ni creía que lo sería en un futuro. Desayuné  y me marché a clase.

El Secreto de los sueños: Boreack (1)



Mapa Boreack



Capitulo 1:
 ¿Sueños o realidad?

Era de noche y me encontraba perdido por un bosque.
Cuando de repente algo se movió entre la maleza. Me había encontrado. Era una gran  Dogo de pelaje gris oscuro, con mirada furiosa y unas enormes garras bañadas en sangre. La de los pobres hombres que había atravesado por el camino. Pero ahora era mi turno para morir. Estaba agotado tras correr durante toda la noche por aquel terrible bosque, y solo Denia un endeble cuchillo para protegerme. Fue entonces cuando el monstruoso animal se tenso, listo para saltar sobre mí. Y cuando lo hizo…

¡Ring, ring! ¡Ring, ring! Clamo el despertador.
Todo parecía haber sido un sueño. Me encontraba tendido en mi cama, empapado en sudor, seguramente por culpa de la pesadilla. Cuando me incorpore vi a mi hermana lista para marcharse al instituto, y cuando miré la hora me derrumbé. Eran las ocho de la madrugada. Me había dormido y llegaba tarde a clase. Me vestí y baje rápidamente a desayunar, mientras mi hermana me miraba con ojos sombríos. Acabé y marche corriendo hacia el instituto.

Llegué por los pelos. Por suerte para mí la profesora no había venido, por lo tuvimos toda la hora para hacer lo que quisiéramos. Yo me puse a pensar en la pesadilla que había tenido esta mañana. Si los sueños eran nuestros pensamientos, ¿Por qué no podíamos soñar lo que quisiéramos o despertarnos cuando nos diera la gana?
Por fin al cabo de seis horas metidos en ese antro, pudimos salir para hacer lo de siempre. Comer y hacer los deberes que nos mandaban en el instituto. Era una rutina aburrida, pero no había otra cosa que hacer, salvo jugar o ver la televisión cuando teníamos algo de tiempo libre.
El día transcurrió como todos los demás, y ya entrada la noche me acosté en la cama para dormir un poco y descansar para el día siguiente. Aunque cuando me dormí lo que me esperaba no era precisamente tranquilidad y descanso.

Justo tras dormirme volví a la misma pesadilla de la noche anterior, donde me había quedado. El dogo ya había saltado y estaba volando en mi dirección. Pero cuando pensaba que todo había acabado… ¡Bang! Un disparo.
Un señor que nunca había visto en mi vida, aunque lo conocería mejor más adelante, se había colocado en un lateral del dogo y plantándole cara, le había disparado al monstruo derribándolo. Tenía en sus manos una especie de mezcla entre fusil y ballesta. Era un armazón de fusil con una serie de poleas instaladas para poder disparar flechas, las cuales parecían ser explosivas, por el efecto que habían tenido sobre el Dogo. Era un arma mortal para la mayoría de seres vivos, pero no para el monstruo, que tras recibir un segundo flechazo le levantó torpemente enseñando los colmillos. Aunque cuando el hombre se dispuso a cargar la tercera flecha el animal se escabulló rápidamente entre la maleza del bosque.

Aquel hombre se llamaba Karmack, y tenía unos 35 años, sin embargo, aparentaba más por culpa de su curtida piel, signo de haber luchado muchas veces. Vestía una cazadora de cuero y unos pantalones hechos especialmente para él, pues llevaba unas ranuras donde meter las flechas de su arma. Él me explicó que éstas y el arma las había fabricado  en el taller que tenía debajo de su casa, a la que más tarde me llevo.
Era impresionante. Estaba situada en tronco de un ancho árbol milenario, y tenía tres plantas de altura. En esa casa vivía solamente él y, a partir de ahora, yo. Cuando entramos me pareció aun más grande. Había unas diez habitaciones situadas en la segunda planta, tres rudimentarios aseos y en la primera planta una gran sala de estar con estanterías repletas de libros, sillas para sentarse, y en el centro una gran  mesa de reuniones con espacio para quince personas. La casa también constaba de una sala de entrenamientos en la tercera planta, donde según Karmack me enseñaría a manejar la espada más adelante. Tras ver gran parte de la casa, y como ya era de noche, cada uno nos fuimos a una habitación de la segunda planta para acostarnos.

De nuevo me desperté en mi casa, sudando bastante. Hice lo de todas las mañanas y marche a clase. Mientras esperaba que llegase el recreo, el único tiempo libre que teníamos entre clases, me puse a pensar el lo que había soñado. En verdad esos sueños parecían más que reales, porque continuaban de un día para otro, e intentaría averiguar algo esa noche. Karmack parecía un buen hombre, y además me había salvado la vida hacía unos sueños, pero me daba un poco  de pena que viviera él solo en esa enorme casa, que se me antojaba un algo solitaria.

Cuando desperté a la noche siguiente volvía a estar en aquel mundo, en una cama de la casa de Karmack.
Fue él quien llego a buscarme para desayunar juntos, donde resultó que conocí a otra inquilina de la casa que vivía en una habitación contigua. Su nombre: Yarakal. Ella era guapa, de largos cabellos rubios aunque recogidos, alta, delgada, pero fuerte. Cuando la vi se me pareció a un elfo de estos que salen en los libros de fantasía. Era una de las chicas más preciosas que había visto en mi vida, y cuando Karmack nos presentó no supe que decir.
Yarakal era huérfana. Sus padres habían muerto en las garras de aquel maldito dogo, el cual la había perseguido hasta dar con Karmack, quien salvo a la chica como lo había hecho conmigo.
Estuvimos todo el día en la casa, ya que me faltaba por ver algunas estancias de la misma, como el taller del sótano donde había fabricado el arma especial y las flechas que llevaba, o una estancia situada en la 3ª planta donde había algunos maniquís para practicar con dicha arma y con las espadas que más tarde me mostro. El día paso volando, mientras me maravillaba viendo las distintas salas de la enorme casa, hasta que llego la hora de la cena.
En principio me iba a sentar al lado de Karmack, pero cuando me disponía a sentarme se me adelantó Yarakal, por lo que tuve que sentarme a su lado. Cenamos una especie de conejo a la parrilla que habíamos cazado antes, aunque tenía un tamaño algo mayor al que yo recordaba en los conejos de mi mundo, pero antes de todo, tomamos una sopa caliente, ya que estábamos en invierno. Durante la cena fui aprendiendo más cosas sobre ese mundo que no era el mío. Según Karmack, la mitad de tierra que él conocía era bosque, y la otra mitad era un basto desierto. Era aquí donde habitaba el Dogo, en la zona baja occidental del desierto. Ese monstruo solía adentrarse en el bosque para cazar algún animal, aunque en ocasiones especiales comía carne humana. La de la gente que se adentraba inconscientemente en la zona noreste del mismo. Tras acabar la cena Karmack me dijo que me enseñaría como usar la espada en la sala del tercer piso, y cuando ya nos habíamos levantado y nos disponíamos a volver cada uno a su cuarto, Yarakal se me acerco y me dijo:
- Buenas noches chico- Ya que aun no les había dicho mi nombre todavía- Nos vemos mañana- Acabó mientras me daba un beso en la mejilla, lo cual hizo que me quedase clavado en el suelo, inmóvil, y con la cara un poco sonrojada por la vergüenza, ya que Yarakal parecía un poco mayor que yo.
- ¿Qué te pasa chaval?- Me dijo Karmack cuando Yarakal salió de la estancia, haciendo que volviera en mí y me llevara una mano a la mejilla- Estas rojo.
Salí de allí atropelladamente y me dirigí a mi cuarto. Me acosté en la cama, y cuando me disponía a dormir me acordé de una cosa que debía hacer. Cogí un trozo de papel de la mesita de noche, que me había dejado Karmack por si lo necesitaba y escribí en él unos datos que si estaba en lo correcto, me ayudarían a determinar la realidad de esos sueños. Si eran reales o no. Y si volvía otro día tendría que preguntarle a Karmack una cosa u otra dependiendo del resultado de la prueba. Acabé durmiéndome justo cuando finalicé de escribir la nota, que guarde delicadamente en mi puño derecho.