sábado, 14 de junio de 2014

Todo se acaba

Todo se acaba.
Por eso hay que aprovechar cada pequeño momento de felicidad como si fuese el último.
Los objetos, los sentimientos, incluso la vida misma tienen un fin.
Pero hay algo que nos permite seguir adelante, aunque todo termine. Los recuerdos.
Nos aferramos a ellos como a un salvavidas, recordando cada buen momento que hemos vivido, y evitando los tristes, aunque nunca desaparecerán.
Esa es la razón por la cual hay que vivir al máximo, para no recordar con pena y pensar que se podría haber hecho algo mejor.
Al fin y al cabo, todo acaba terminando, y lo único que nos queda son los recuerdos, buenos y malos.

El relatista.      ・エノル・

lunes, 16 de abril de 2012

Enciclopedia Boreack (1)

Animales de Boreack:





Aerozars


Pequeños animales parecidos a los rinocerontes, sin cuernos en la cabeza pero con alas. Aunque parezcan pesados son capaces de volar gracias a ellas. Tienen una piel muy dura que utilizan de coraza natural frente a otros depredadores. Habitan libremente por todo Boreack, aunque son muy escasos.

Aunque son vegetarianos, debido a su dura piel son perseguidos y cazados por cazadores furtivos.

Se alimentan de plantas que crecen cerca de los lagos y de las hojas de algunos árboles.

Según antiguas leyendas, se dice que los Aerozars presentan a los espíritus del bosque, y que si tocan a alguien de corazón puro, son capaces de transmitirle imágenes del pasado o de un futuro no muy lejano.




Terrambios


Anfibios con forma de pez que habitan en las inmediaciones de los lagos y en antiguos cauces fluviales que se inundan al llover.

Disponen de pulmones y unas pequeñas branquias con las que pueden respirar bajo el agua, aunque prefieren la tierra firme.

Son carnívoros y suelen atacar en grupos de cinco. Su principal arma es su poderosa mandíbula llena de pequeños pero afilados dientes, similares a los de las pirañas. Son capaces de devorar a un caballo en menos de una hora. Se alimentan de peces y pequeños roedores.

Son muy agresivos cuando van en grupos.


Saprofagos


Sapos de tamaño medio que habitan en los lagos y charcas de Boreack.

Tienen dos cuernos en la cabeza y el resto del cuerpo cubierto de púas, para protegerse de sus depredadores. Cada púa tiene una glándula de veneno neuro-toxico, por lo que son muy peligrosos, aunque sean pacíficos.

Se alimentan de insectos, y en contadas ocasiones cazan con sus cuernos delanteros algún roedor extraviado.




Aqualitos


Peces similares a los delfines en forma, aunque más pequeños, que habitan en los lagos de agua cristalina.

Son de un color azul tan claro que se confunden con el color del agua.

Estos animales son muy cariñosos con los humanos y les encanta jugar. También son capaces de comunicarse con las personas mediante un leguaje antiguo que emiten mediante ondas casi telepáticas, que se pueden escuchar a cincuenta metros de distancia, solo bajo el agua.

Se alimentan de plancton y vegetación submarina.

Los Increibles Casos de Wailock





Era un día normal y corriente en un pequeño pueblo a las afueras de Duma, Wailock. Un pueblo tan insignificante, que ni siquiera aparecía en los mapas corrientes, y si ibas en coche te lo pasabas de largo. Pero en este pueblo había algo que lo hacía famoso incluso en el extranjero. Esto era una serie de casos aparentemente inexplicables, algunos con origen gracioso, aunque otros algo más macabros. Nadie sabía cuando habían comenzado, o cual había sido el primer caso, pero lo cierto era que desde hacía unas semanas la gente había comenzado a marcharse del pueblo por miedo a morir, mientras un monton de turistas venían a visitar el lugar. Había muchas personas a las que le habían sucedido estos casos, y una de ellas era Richard Green, un hombre de escasa estatura, ancho de hombros y con unos rasgos marcados. Tambien tenía una gran maraña de pelos, castaños, en la cabeza. Richard vivía en una casa estilo occidental de dos pisos, con una huerta cerca de ella. En ella había ocurrido uno de los primeros casos, y antes de que se diese cuenta había un puñado de gente en su casa para saber de "él".
El caso de Richard en particular había sido uno de los más graciosos del pueblo, y que difícilmente se olvidaría, porque "él" seguia en el pueblo.
Durante una tarde tranquila en Wailock , Richard había vuelto a casa después de recolectar algunas verduras en una pequeña huerta que tenía a unos 200 metros de casa, y al entrar a casa se lo había encontrado todo tirado por los suelo, como si hubiesen entrado a robar a su casa, aunque la puerta y las ventanas estaban todas ceradas. Aunque lo mas increible ocurrió cuando subió al desván, para ver si todo seguia en orden allí arriba. Había subido con cuidado, por miedo a que el culpable siguiese en la casa, pero lo que se encontró arriba le dejo petrificado. Una especie de duendecillo estaba de pie en el desván, y en cuanto lo vio se escondió detras de unas cajas de cartón. Era un pequeño ser de medio metro de altura aproximadamente, vestido con ropas que parecían trozos del bosque, y un gorro verde-amarillo en la cabeza. Sos pequeños ojos felinos lo escudriñaban todo en la penumbra del desván, con temor, como si fuera la primera vez que estubiera allí. Tras recuperarse de la impresión, Richard se acerco lentamente a donde se había escondido el pequeño ser:
-Hola pequeño, no tengas miedo de mí No te voy a hacer nada.- Decia mientras se acercaba, y a la vez que el duendecillo dejava de mirar para todos lados y se centraba en él. Aunque cuando Richard estuvo lo suficientemente cerca del ser, este salto sobre él, mordiendole en un dedo de la mano que le había tendido, que comenzó a sangrar, y dejandole tumbado en el suelo, a una altura inferior a la del duende, que se alejo cautelosamente, intentando adivinar quién era Richard y qué
queria de él.
-Yo- Dijo señalandose a si mismo- Richard,¿Tú?- Preguntándole al ser, que saltó para atrás inmediatamente cuando le señaló, emitiendo un pequeño gruñido.Richard seguía sangrando por el dedo, y cuando el duendecillo lo vió sacó de una mochila gracilmente camuflada entre sus ropas una especie de venda. Se acerco a él, que retrocedió un poco por miedo a que volviese a atacarle, pero se detuvo al ver que este no tenía malas intenciones. El duendecillo comenzo entonces a vendarle el dedo que sangraba, y le dijo con voz tenue, casi inaudible, como si tuviera miedo:
-Yo Wailock.-Tenía el mismo nombre que la ciudad, y esto le dio risa a Richard, lo que hizo que el duendecillo le mirase con cara de no entender, y se sentó sobre su regazo.
En los días venideros, Richard le enseñó todo lo que pudo al duendecillo. Éste ya sabía hablar de manera bastante fluída, aunque con sus pequeñas manos no era capaz de escribir muy bién. Siempre solía andar cerca de quien el creía que era su mentor y que respetaba casi como a un padre, pues él no tenía nada parecido, aprendiendo todo lo que veía e intentando ayudar a Richard en todo lo que podía, aunque muchas veces mas que ayudar acababa rompiendolo todo o metiendole en un apuro sin querer, como en este primer "caso".
Richard también trabajaba en una especie de taller, donde arreglaba todo cuanto el podía, cuando vino el vecino para que le arreglase el coche que había dejado en una calle un poco inclinada, que acababa en curva. El coche no se movía, y no era capaz de arrancarlo. Richard y Wailock fueron para alla a arreglarlo, y tras acabar, mientras Richard le estaba contando lo que había hecho y lo que le iba a costar al vecino, el duendecillo tocó sin querer el freno de mano del coche, y éste se precipitó cuesta abajo con Wailock adentro, hasta que llegó a la curva y se cayó por el acantilado. Richard salió corriendo de donde estaba para ver si estaban bien ambos (el coche y Wailock), y lo que se encontró fué el coche en la base del acantilado totalmente destrozado, y al duendecillo en la curva, con el volante del coche en la mano y dormido, que habia conseguido salvarse gracias a un poder que se descubririan mas tarde que era capaz de transportar a Wailock en el espacio por un corto periodo cuando este estaba en peligro, aunque luego quedaba agotado. Esto no le había hecho mucha gracia al dueño del coche, ni mucho menos a Richard, que tuvo que pagarle un coche nuevo al vecino, que era un poco cascarrabias. Aunque el resto del pueblo se lo paso genial, y empezaron a esparcirse los rumores del ingenioso duendecillo que siempre montaba alguna, y que siempre se salvaba de todo. Este fue uno de los casos mas divertidos, aligual que otro que se contara más adelante, sin embargo, tambien hubo casos más macabros, como la sucesion de asesinatos en serie que ocurrieron durante los
conocidos como los cuatro días de la muerte, en el que murieron mas de 10 personas, y que tras ser investigados se dio con la respuesta de quien había sido el
asesino. Un ser diabólico, surgido con la misma espontaniedad que Wailock, que se había dedicado a matar y descuartizar a sus víctimas, que comía parcialmente al poco tiempo de muertas, para que estuvieran blandas sus carnes. Tras esos cuatro días encontraron el ser y pudieron acabar con él, incinerandolo después por si era igual de especial que el duendecillo.
Desde que los "casos" habían aparecido en éste pequeño pueblo, se había hecho mas famoso, y la gente iba y venía de él, por todas las historias fantásticas que se contaban de este pueblo en particular, aunque fuese pequeño.
A los pocos días de haberse cargado el coche, Richard se llevó a Wailock de acampada donde ocurrió otro de los casos, pero que poca gente conoce, por el acho de estar ellos dossolos, y no fué nada de otro mundo. Empezaron la caminata subiendo por el sendero que cruzaba el bosque de Forneus, un bosque de 2 hectareas, muy conocido por la gente del pueblo por la gran cantidad de animales y plantas que se podían encontrar. Iban a construir una pequeña tienda de campaña en la cima de la colina del monte Forneus, donde acamparían hasta la madrugada más tarde, antes de caer la noche. Wailock estaba muy pegado a Richard, como de costumbre, observando todo lo que se movía en el bosque, todo animal y planta que se podían encontrar allí escudriñando incluso en el más leve hueco en la maleza para comprobar que había detras de ella. Esto lo hacía siempre que iba a un lugar nuevo, para poder aprender todo lo posible de ese mundo que para él era tan estraño y particular. Cuando de repente se ollo un disparo, y Wailock saltó encima de Richard, escondiendose tras su chaqueta, tapandose los oidos, asustado.
-No te preocupes-Dijo Richard mientras le acariciaba el pelo al duendecillo-
Simplemente a sido un disparo de algún cazador, que anda cerca de aquí cazando liebres o algo por el estilo. Aquí al lado hay un coto de caza donde se puede, pero no pueden venir a donde estamos nosotros.- Al acabar de hablar, Wailock volvió al suelo, aunque se acerco más a Eichard mientras caminaban hacia la cima. Ya les quedeba poco. Al cabo de un rato el duendecillo se separo más de él, como cuando habían comenzado la caminata, aunque olleron algunos disparos mas, a los que no le hizo caso. Ya en la cima, Richar comenzó a montar la tienda de campaña color verde, como la ropa que llevaba Wailock, y mando a este a buscar madera con un hacha. Sin embargo, no se fiaba mucho de él, porque era como un niño pequeño que todo lo rompe y simpre se mete en algún lio aunque él no quiera hacerlo, como ocurrió esta vez. Justo al lado del campamento Wailock encontró un árbol que parecia bueno, y comenzo a talarlo para conseguir la leña que le había pedido... Pero no se dió cuenta de en que dirección estaba talando el árbol. Richard ya casi había terminado de montar la tienda, cuendo escuchó un crujido que provenía de la parete trasera de la cabaña, y se levanto para mirar que era, cuando vió la sombra de un gran árbol precipitandose hacia donde se encontraba, casi impidiendole escapar de él, que callo encima de la tienda con gran estrepito destrullendo todo lo que había en su camino. En cuanto lo vió, Wailock salio disparadado a donde se encontraba Richard, saltando por encima del gran tronco, ahora muerto.
-Lo siento mucho, de verdad...-Comenzó a disculparse , casi al borde del llanto, haciendo que este se levantase.
-Esta bien- Le dijo Richard simplemente- Pero ten algo más de cuidado la próxima vez.-Respodió para sorpresa del duendecillo, que ya estaba listo para una reprimenda, que nunca llegó.
-Sí- Acabó Wailock, feliz, y comenzó a cortar leña del tronco caído, para poder hacer fuego para la cena que tomarían. Acabaron cenando allí, sí, pero tuvieron que dormir en los sacos, colgados de los árboles, como si fuesen un par de hamacas, y al día siguiente tras levantarse, recogieron todo, desayunaron unas rebanadas de pan con algo por encima y se marcharon en direccion a su hogar, donde al llegar guardaron todo en un armario y se cerró el supuesto segundo caso de este singular duendecillo.
Wailock fué un buen duende, que tras un año y medio de vida, murió desgraciadamente en un accidente de tráfico atropellado por un coche, cuando se encontraba durmiendo en la carretera después de haberse salvado de un desprendimiento de tierra en la colina del bosque Forneus. Todo el mundo le recordaría siempre como "aquel duendecillo tan travieso que siempre armaba algun jaleo", y se le construyo una tumba en el mismo pueblo que le daba nombre y que le dió la vida, donde aun perdura sus azañas y la estatua en su honor en la plaza del ayuntamiento. En el pueblo de Wailock.


El Relatista.       ・エノル・

Inocencia Infantil

Una vez soñé con una ciudad sin padres, donde los niños pudiesen vivir tranquilos, sin normas y sin gente por encima suya obligándoles a hacer cosas que no querían, como acostarse temprano.
Y por este mismo motivo construí una ciudad sin padres, donde solamente los niños podian entrar, aunque acabaron entrando adultos, eso si, con el mismo nivel que los niños y sin ser padres. Podían vivir libremente sin nadie superior a ellos, pues todos eran iguales, aunque con distinta edad.
Esta utopía creada por mi comenzó funcionando perfectamente. Todos eran felices haciendo lo que les daba la gana, hasta que un día todo se descontroló.
No había policía, pues nadie podía ser superior, pero yo, el constructor de la ciudad, no podía hacer nada. Todos eramos iguales. Gente que intentaba escapar del control del poder, de sus jefes, de sus padres, y que pagaban todo su resentimiento con el resto de gente de la ciudad, especialmente con los niños, pues eran debiles. La utopía se había transformado en descontrol y caos. Los niños, espejos del alma, de la inocencia, ahora tenían que huir de la ciudad que yo había construido para ellos.
Asi fue como salí de mi propia construcción, exiliado por siempre, con el grupo de niños que aun seguían siendo inocentes. Viajamos durante largo tiempo, sobreviviendo como podíamos, caminando sin rumbo fijo por el desierto de la compasión humana, en busca de algún resquicio de solidaridad, donde poder establecernos definitívamente. Y al fin lo encontramos. En el centro del oscuro corazón humano todavía quedaba algo de luz. Tras caminar durante mucho tiempo bajo la tormenta de arena, creíamos que nunca saldríamos de allí, pero de repente un claro en el cielo se abrió, indicandonos el camino de la salvación. A lo lejos, una ciudad de puro cristal, limpia, honesta, que se alzaba impetuosa sobre la furiosa tormenta.
Allí nos asentamos, y allí morí, tras poder encontrar un remanso de paz y tranquilidad para el futuro de nuestra raza.


El Relatista.                                              ・エノル・

viernes, 13 de abril de 2012

Soledad


En un pueblo aparentemente olvidado, un pueblo fantasma a la vista de la gente, se esconde la puerta a la ciudadela donde el sol no puede penetrar. Una ciudad oculta por una ilusión, y que solamente quien conoce su secreto es capaz de entrar. Oculta por una persona que ansiaba la soledad, tanto como para crear una ciudad perfecta, sin habitantes, que tuvo que llenar con su ser. Fabricando "muñecas" en las que metía parte de su alma podía vivir tranquilo, acompañado y solo al mismo tiempo, pues las "muñecas" no eran capaces de reemplazar a los humanos. Pocas personas habían entrado, ansiando su misma soledad, en la ciudad donde debían matar al antiguo ocupante para poder conseguirla. Así es cómo en una ciudad llena de "muñecas" solo habitaba un humano de cada vez.
Yo una vez estuve allí, y viví solo durante un tiempo, tras matar al ocupante. Pero al cabo de un tiempo me aburrí de las "muñecas" y empecé a echar de menos a la gente, que aunque no siempre me caía bien, siempre hacía que te rieses un poco y te divirtieras. Al final conseguí salir de esa ciudad solitaria, escondiéndome a la vista de las "muñecas", y comprendí que el estar solo es malo, y siempre hay que tener a alguien con quien reír y llorar. Un amigo que siempre esté a tu lado, y con el que puedas olvidar esa sensación de soledad, ya que el peor castigo que se le puede hacer a un Ser Humano es ignorarlo. Hacer que viva excluido de la sociedad es matarlo.


El Relatista.      ・エノル・

La Vida y Escribir

Escribir es como la vida.
La vida fluye,
como la tinta de una pluma.
Fluye constante,
palabra a palabra,
deteniéndose solo cuando es necesario.
Cuando se para,
un corto periodo de tu vida se esfuma,
volviendo a tu memoria,
mientras se seca.
Cuando toca un punto y final,
tu vida se acaba,
se extingue,
mueres.
Pero siempre se podrá volver,
escribiendo de nuevo,
lo que del corazón sale,
a la vida que una vez tuvimos.



El Relatista.    ・エノル・

La Ciudadela sin Sol


Esto era una ciudad, donde ni frío invierno ni caluroso verano podían entrar, donde la luz del Sol escapaba al llegar, donde la gente vivía sin saber, lo que fuera de sus tierras podía haber. Ni soñadores ni aventureros había, pues en ella se encontraba todo lo necesario para vivir, y nunca en salir de allí pensaron alguna vez. Una ciudad que la gente del exterior temía. Quien alguna vez entraba nunca salía de ella, no por no poder, sino porque quien accedía allí veía un cambio en su vida. Un lugar sin preocupaciones, un lugar de paz del que nunca querrían escapar. Pero solo lograban entrar aquellos de corazón puro, pues si algún desalmado intentaba entrar, al segundo se vislumbraba su cadáver a la entrada de la ciudad. La gente no sabía que había dentro de la ciudad, y los de dentro no sabían nada del exterior, pues los que entraban desde afuera eran cegados por la brillantez que les aguardaba dentro, y se olvidaban de todo lo demás, incluso de sus familias, que les esperaban hasta la muerte, ya que en esa ciudad, venerada y maldecida al mismo tiempo, todo corría más lento, incluida la vida de sus habitantes.

El Relatista.     ・エノル・